Francia - Diagonal Mediterránea

Nada más empezar, nos internamos en el corazón de Normandía, en un delicioso recorrido por lugares conocidos por sus quesos legendarios: Camembert, Livarot, Pont L’Évêque... Repartidas por las verdes praderas moteadas de ganado vislumbramos casas rústicas típicas con un encanto irresistible. Para la primera parte del viaje hemos escogido carreteras comarcales que atraviesan paisajes gloriosos con pistas a menudo irregulares que zigzaguean a lo largo de la región. Esto permite a todos los participantes acostumbrarse gradualmente a nuestro método de navegación.
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Los kilómetros pasan rápidamente sobre caminos que llevan inexorablemente hacia el horizonte. Mientras planeábamos este viaje, y a lo largo de otros anteriores, entablamos amistad con muchas personas que viven aquí: Gaston, Jean-Louis, Mireille y Francis, entre otros muchos. Aunque el relieve es relativamente plano, es imposible cansarse de esta etapa gracias a las pequeñas sorpresas que nos reserva esta región, como la antigua casa señorial en Perche o el molino abandonado en las profundidades de la misteriosa Indre-et-Loire, que hacen de esta ruta un hito apasionante.
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El bosque domina cada vez más el recorrido. Por las laderas, surcando una región olvidada, descienden al unísono multitud de rápidos y arroyos cristalinos. La ruta asciende cada vez más. En la distancia, emergen entre la niebla los primeros destellos de la base del Massif Central, que nos aguarda desafiante para el día siguiente.
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En el telón de fondo, granjas construidas con piedras de origen volcánico, testigos de una región más áspera y a medida que el terreno se va haciendo cada vez más escabroso, también se vuelve más mágico. Siguiendo su camino ondulante entre Puy de Sancy (1579 m) y Le Plomb du Cantal (1855 m), la ruta asciende hacia la meseta de Cézallier. Enclavada en lo alto de un acantilado atravesado por columnas basálticas, Charmansac se alza sobre el cercano Alto Loira. Imprescindible hacer escala en casa de Yvette para saciar la sed.
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Nuestro asombroso viaje nos lleva por cimas cubiertas de brezo y desciende hacia profundos valles. En el aire fresco del Alto Ardèche, la ruta comienza a serpentear a lo largo de la línea de cumbres entre Mont Gerbier de Jonc (donde nace el río Loira) y Mont Mézenc. Encadenando curva tras curva, estamos ante la etapa más larga, en términos de tiempo en ruta. Después de acometer una última bajada siguiendo la orilla del lago Saint-Front, un antiguo cráter en el que desembocan manantiales subterráneos, la senda asciende hacia la meseta de Coiron.
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Un sendero estrecho se desliza entre las rocas antes de descender sobre la zona de los viñedos. Desde aquí, la vista de los Dentelles de Montmirail es simplemente espectacular. A la vuelta de la esquina, los viajeros pueden disfrutar de un puñado de jugosas cerezas maduradas al sol, cosechadas por un productor local. La ruta continúa bajo los fragantes pinos hasta llegar a la meseta de Valensole, con su embriagador aroma a lavanda. Seguidamente, nuestra intrincada aventura se desplaza a las lomas de Ventoux.
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El canto de las cigarras nos acompaña durante el último tramo del viaje. Nos acercamos a nuestro destino. El inconfundible paisaje perfumado con los aromas de Provenza es un placer para los sentidos. Y nadie puede resistirse a tomar un bocado a la sombra del olivo en la plaza de Tourtour, el pueblo del cielo. Entonces, se vislumbra una fabulosa extensión de mar azul entre los pinos piñoneros, y la bahía de La Ciotat se revela en todo su esplendor.